logo-mrs-mapple

El peor trabajo de mi historia

mujeres-industria

Hoy al salir de casa me habían cambiado las calles. Me he visto rodeada de bandeloras y camiones anunciadores cual vendedor de melones, cantando a #gritopelao que se acercan las elecciones locales. Por si no nos habíamos enterado.

A mí, a golpe de la turuta, me han venido a la mente una mezcla de recuerdos entre el horror y la risa del que sin duda ha sido #elpeortrabajodelahistoria que he tenido nunca. No puedo borrar de mis recuerdos aquel día oscuro. Encerrada en aquella nave de un polígono industrial de dudosa calaña con otras tres amigas. Por un día nos vimos en peores circunstancias que si nos hubieran enviado a Guantánamo. Y eso que las dos de Cuenca venían ya curtidas de sus largas horas de vendimia.

Habíamos terminado la universidad y siendo de la clase obrera teníamos unas hambres caninas por ganar cuatro perras y poder rellenar el currículum. Eran los primeros salarios y cogíamos todo lo que nos pusieran por delante. Teníamos ya en nuestro haber el puesto de promotoras de productos refrigerados. Habíamos pasado unas fallas repartiendo imanes de Frigo y siendo seguidas por la marabunta, pensando que regalábamos helados. Lo habíamos pasado bien. Así que con esa antesala nada podía ir mal.

Pero teníamos que haber sospechado de aquel trabajo cuando no nos citaron para pasar ningún proceso de selección. Si tenías las dos piernas y al menos cuatro de las falanges, era suficiente.

Teníamos que haber sospechado más cuando nos comunicaron que el lugar de encuentro era #dondecristoperdioelgorro. Aquellas condiciones infrahumanas no podían estar al acecho de cualquier inspector de trabajo. 

Y teníamos que haber sospechado del todo, cuando llegamos allí y ninguno de los presentes sabíamos a lo que íbamos. No hubieran encontrado a nadie dispuesto.

mujeres-cociendo

Una vez entramos dentro y cerraron la puerta, no hubo escapatoria. Nos vimos atrapadas en la mayor contienda de ensobramiento de papeletas políticas de la historia. No podíamos esperar que nos dieran el trabajo de nuestra vida. Pero tampoco imaginamos aquello.

Al principio parecía fácil. Teníamos que meter en un sobre la famosa lista de candidatos. Cerrar. Y echarlo en una caja. Nos repartieron en bancos altos. Sin sillas. Nos colocaron los primeros tacos de papeletas. Y empezamos.

Cuando llevábamos unos 100 sobres los pies empezaron a dormirse. A los 200 las lumbares pedían a gritos que las mandaran al banquillo. A los 1000 ya nos sabíamos de memoria los candidatos a diputado y los aspirantes a alcalde de medio pelo. Aquello era aburrido hasta decir basta. Y doloroso. Así que nos pusimos a hablar, intentado que los minutos nos pasaran más rápido. Cuando habíamos conseguido olvidar el llanto de nuestros riñones, pasó la sargento que nos vigilaba y viendo que la tarea nos estaba resultando incluso divertida nos castigó a cada una en una punta. Sentí un escalofrío.

A partir de ese momento fue una tortura. Al no poder hablar ni distraerme empecé a notar lo que me dolían los dedos. Cada vez que la Rottenmeier de turno pasaba y me decía “más rápido” me hacía dos o tres cortes con los folios. Si hubiera podido me hubiese cortado las venas.

Cuatro horas más tarde, de los allí presentes no teníamos ninguno buena cara. Había alguno que aún queriendo ser el pelota de la clase era el que más rápido ensobraba y le había dado una pájara. Yo trataba de que pasaran las ocho horas y punto. Rezaba por que no nos hubieran robado el coche a la salida y llegar meterme en “mi sobre” lo más rápido posible.

Cuando por fin pasaron las ocho horas y me encontré con mis amigas, eran las doce de la noche. Todo tenía que estar listo para el día siguiente. Cargaban los camiones como si fueran a exiliar a toda la población. Mundial. Las cuatro estábamos con la cara descompuesta. Con los dedos ensangrentados. Pidiendo clemencia por una tirita. Ninguna fuimos a votar. Y a pesar de todo, cada vez que nos acordamos nos echamos unas buenas risas.

Todavía no, pero igual en unos años volvería con los ojos cerrados a aquellos tiempos! como cuando acabas de pasar un parto y dicen que luego se te olvida.

Y ustedes ¿cuál ha sido su peor trabajo?

 
Siempre suya,

Mrs. Maple

COMPARTIR

chica-escribiendo
Suscríbete a la

Newsletter

Para recibir puntualmente un email inspirador